Escuchar parece algo sencillo, ¿verdad? Alguien empieza a contarte cosas y tú le escuchas hablar. Ya está.
Pues me he dado cuenta de que no.
La mayoría de las veces escuchamos a medias, nos escuchamos a nosotros mismos y poca gente escucha de verdad.
Quiero decir, de manera consciente y con intención. Poniendo todos sus sentidos en tu interlocutor y en conectar con lo que la persona que tienes frente a ti te está diciendo.
Eso sí, yo CREÍA que sabía escuchar. Pero lo cierto es que notaba cómo mi atención se dispersaba en distracciones sutiles: pensamientos sobre mi próximo comentario, preocupaciones propias, incluso una falta de compasión real hacia lo que el otro estaba compartiendo.
Estas distracciones nos hacen perder la conexión y limitan la empatía hacia el interlocutor, especialmente cuando estamos enfocados en nuestros propios objetivos y respuestas.
Estamos enfocados en esperar a que la otra persona deje de hablar para intervenir nosotros. En esa ansiedad por esperar a que “llegue nuestro turno”.
¿Te suena?
Con el tiempo, he aprendido que escuchar es otra cosa muy diferente y también muy enriquecedora. Una habilidad en la que todos, en cualquier ámbito, deberíamos entrenar para hacernos lo más competentes posible…
Durante este proceso, que aun continúa, he aprendido algunas cosas:
🔹 Ser escuchado es sentirse cobijado y aceptado: En el fondo, cuando alguien siente que le estamos prestando atención plena, se siente valorado y comprendido. La falta de escucha, en cambio, puede percibirse como una forma de rechazo, un mensaje de que lo que la otra persona está compartiendo no es importante.
Como orientadora, he visto lo poderoso que es ofrecer ese espacio de respeto y aceptación donde cada persona se siente en confianza para expresar sus ideas, dudas y potencial.
🔹 Escuchar para que cada persona descubra su propio potencial: Muchas personas, más que una guía, necesitan un espacio donde ser escuchadas. Cuando nos tomamos el tiempo para entender sin interrumpir, sin juzgar, permitimos que cada uno reconozca en voz alta sus competencias, sus logros y el potencial que quizás no había valorado antes.
🔹 Escuchar con una atención plena: Aprendí que escuchar no significa esperar el turno para hablar o pensar en la siguiente respuesta, sino estar presente al 100%.
En mi rol como formadora y orientadora, esa atención total es lo que permite una comprensión profunda de las necesidades y dudas de la persona.
A veces, el acto de escuchar con sinceridad es todo lo que se necesita para que alguien empiece a clarificar sus propias ideas.
🔹 No imponer caminos, sino acompañar en su descubrimiento: El verdadero impacto de la orientación no se basa en decirle a alguien qué hacer, sino en ofrecer una guía que respete su autonomía. Cuando escuchamos sin agendas, las personas encuentran su confianza y sus objetivos de manera natural, lo que lleva a decisiones más auténticas y seguras.
🔹 Una herramienta de crecimiento personal y profesional: Escuchar es un aprendizaje constante y una herramienta que, en mi experiencia, enriquece tanto al profesional como al cliente. A través de este ejercicio consciente, el proceso formativo se vuelve más significativo, abriendo un espacio donde cada persona se siente acompañada y respetada en su propio proceso.¿Cuántas veces hemos creído escuchar, pero nos hemos dejado llevar por nuestras propias distracciones? Escuchar es una habilidad que requiere práctica, y en mi experiencia, ha marcado una diferencia en cómo acompaño y guío a otros.
Escuchar de verdad no solo transforma la forma en que nos relacionamos, sino que también amplía el impacto que podemos tener en el crecimiento de otros. Si estás buscando un espacio en el que te sientas verdaderamente escuchado para clarificar tus objetivos o potenciar tus competencias, contáctame aquí. Será un placer acompañarte en este proceso de descubrimiento y desarrollo.